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lunes, 1 de julio de 2013

Los mártires de internet



Sí. Hoy día los mártires no son solamente consagrados al reino de los cielos, sino al Internet.

Son casos como el de Amanda Todd y el de Jamey Rodemeyer claros ejemplos del poder (mal encaminado) de las redes sociales, las cuales, no siendo suficiente la humillación física y moral en presencia del "acusado" (es decir, en su entorno inmediato), son el medio idóneo para los inquisidores modernos quienes cuentan con la seguridad detrás de un monitor -manteniendo un halo de anonimato-, de desparramar una cantidad abrumadora de comentarios despectivos (ciberbullying) hacia la persona sin que esta los hubiera conocido siquiera. Todo porque es sencillo menospreciar y señalar al que nos parece diferente, al que se equivocó, al que difirió de nuestra opinión.

Y es que hoy día ya no es posible conformarse con juzgar. Ahora resulta atractivo y hasta divertido evidenciar, me imagino yo, porque implica intimidar y sobretodo someter. Sí, de eso mismo se trata: de someter. Después de todo ¿quién se resiste a esa sensación de poder tanto sobre el humillado como sobre aquellos que siempre están dispuestos a apoyar al poderoso y a mostrar bravura cuando nada se arriesga? 

Cuando las víctimas ya no aguantan más, buscan soluciones y una de ellas suele ser el suicidio. Hartos de su situación, están resueltos a acabar con su vida al no ver más opciones, no sin antes exponer su situación: dejan un testimonio en la red de sus experiencias. Y es entonces cuando viene todo el show. El bullying siempre ha estado allí y se propaga aún más con las redes sociales, pero apenas se sabe de la muerte de alguien que fue víctima del mismo, de inmediato se vuelca vertiginosamente la atención al tema. Se hacen investigaciones, se realizan entrevistas, celebridades manifiestan su inquietud y enojo, se da una amplia cobertura hasta en los medios de comunicación internacionales, grupos activistas de Internet lo hacen todo para dar con culpables, el público indignado y dolido comenta que no puede ser, hay que cambiar, hay que apoyar a todos aquellos que son agredidos y humillados. 

Sí...todo mundo exclama: ¡Pobre de Amanda, pobre de Jamey, pobres todos los que sufren de ciberbullying! Sin embargo, lo cierto es que una vez que pasa todo el furor y se calman los ánimos, todos buscan en qué otra cosa pueden enfocar su atención, todos vuelven a sus actividades cotidianas, quizás ya hasta con indiferencia, al fin y al cabo ya se hizo, ya se investigó, ya se entrevistó, ya se dijo, ya se analizaron los posibles factores potenciales que pudieron haber contribuido a la muerte de todas las Amandas y todos los Jamies. Pero el bullying sigue ahí.

¿Que Amanda mostró eso e hizo aquello? ¿Que Jamey prefería tal o cual cosa? ¡Y qué! Estamos tan ocupados, fascinados ridiculizando y señalando los errores de otros, que no nos detenemos a reflexionar y vernos a nosotros mismos, como si nunca fracasáramos y nos mereciéramos el respeto y admiración de otros sólo porque escudamos nuestra mediocridad burlándonos y humillando a quien creemos estúpidamente que está por debajo de nosotros.

Al final, personas como Amanda y Jamey quedan como mártires, en su momento muy recordados casi como una advertencia latente de las consecuencias del bullying. No obstante serán fácilmente desplazados con víctimas venideras que ocuparán su lugar ya no como personas, sino sólo como mensajes que deslumbrarán al mundo, les abrirán los ojos, sus oídos y sus corazones...sólo momentáneamente. 

Es curioso que sólo cuando se está muerto la gente se preste a escuchar. Es risible incluso que ya hasta que el daño está hecho se lamenten, lloren y les remuerda la consciencia. No es mi intención referirme despectivamente de lo que ha ocurrido alrededor de casos como el de Amanda y Jamey, a quienes se les ha conferido más importancia frente a otros casos similares. Hasta páginas hacen en su honor en un afán de mantener su memoria como altares virtuales.

Quisiera decir sinceramente que nuestro pensar y actuar debería ser constante y no efímero sólo porque repentinamente nos encontramos con un vídeo o leemos algún encabezado que nos conmueve e invade el sentimiento. Sería mejor si nos la pensamos dos veces antes de proferir una burla o humillar, un poquito de empatía no nos vendría mal, aunque sea de vez en cuando. Pero esto último suena excesivamente ídilico. De una u otra forma siempre habrá quienes seguirán gozando del poder humillar y habrá otros que tendrán la mala fortuna de ser el blanco de las burlas. And bullying remains. Amen. 

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