Locations of Site Visitors

lunes, 1 de julio de 2013

El comienzo de una última oportunidad


No seré la primera ni la última en expresar esto...leído hasta el hartazgo en la red. Pero en fin. Soy una más, una de tantos a la que le invade una sensación de vacío. No he podido dormir bien últimamente porque me la paso pensando en que no he empleado el tiempo en nada productivo. Me digo "ah, mañana haré esto, haré aquello, haré lo otro" para que al final, el día se me haya ido en hacer prácticamente nada. Y de nuevo, en la noche, me embarga la angustia de haber desperdiciado un día más. Miro atrás y me doy cuenta, con horror, de la cantidad de horas, días, semanas, meses y años que han pasado y aún sigo sintiéndome incompleta, insatisfecha.


Aquello se convierte en un círculo vicioso: paso las noches en vela reprendiéndome por no hacer algo de provecho, sólo termino enojada y decepcionada de mi misma. ¿Y qué hago entonces? Lloro. Como si hacerlo fuera a solucionarlo todo. Lloro porque no me queda más que reconocer mi debilidad y odiarme por ello. Mi desprecio hacía mí aumenta porque sé que afuera hay muchos otros que quisieran tener lo que yo tengo, quisieran tener salud, aprovecharían sin dudarlo todas las oportunidades que se les presentaran. Y buscando deshacerme de esa sensación de pesar y odio, me propongo una vez más hacer algo al día siguiente. Pero me gana la pereza. De pronto todo lo que sentía en la noche se borra, todo me da igual, no le veo sentido. Sucede que, la verdad, ya no tengo iniciativa, no encuentro motivaciones. ¿Para qué? Todo es lo mismo, todo es una rutina asquerosa.

Pero no me precipito. Acepto darme una oportunidad y acudo a buscar ayuda. Sin embargo, tal cual lo mencioné en la primera entrada, se me dificulta bastante expresar lo que siento, algo me detiene a compartir lo que estoy pasando con la persona que tengo al frente. Una parte de mí dice "¡anda, dilo ya! ni que fuera tan díficil" pero simplemente no acude nada a mi mente, las palabras no salen con la soltura que yo quisiera.

Me invaden la vergüenza y el miedo. Las ideas no me llegan debido a que sólo hay una cosa rondando en mi cabeza: lo que pensará de mí la persona que me escuche. ¿Pensará que soy idiota o que exagero las cosas? Quizás pensará que por lo que paso no es tan malo y yo lo hago ver como algo realmente terrible. Teniendo esas preguntas taladreándome la mente, termino balbuceando mi estado a medias e incluso omitiendo algunos detalles, y me digo por lo bajo "carajo, dilo todo, TODO, ¡no tiene caso si no lo dices tal cual es!".


Para evitar ese desliz y no sentirme tan rídicula, para la próxima vez escribo todo lo que he sentido. Lo repito una y otra vez en mi mente y si surge algo más, lo agrego. También trato de evitar de predisponerme a lo que pueda pensar o decirme la persona que me ayude. De esa manera me siento más tranquila y preparada. Pero igual todo se va al traste. Cada cabeza es un mundo, y mis palabras, mi sentir y mi situación tienen una interpretación completamente diferente. Incluso se aludió a un aspecto de mí que nunca había considerado, que ni siquiera había visto y lejos de hacerme reflexionar, sólo tuve un motivo más por el cual odiarme.


Al final termino hecha un mar de lágrimas. Me dicen que es porque soy muy sensible, que no está mal. Pero yo lo veo como una debilidad, como un escape infame. Veo que el tiempo que empleo en intentar ayudarme es en vano. Termino escuchando lo que cualquier camarada o familiar podría decirme. "Hey, que hoy he visto por la TV cómo sufren ciertas personas que lo han perdido todo...¡y se reponen! entonces ¿por qué tú no podrías?". Ante eso, no digo nada y aunque la tentación de abandonar ronde mi cabeza, prefiero continuar con la ayuda, quizás logre progresar.

Sólo me queda pensar que busco algo a qué aferrarme. Puede que haya algo más para mí allá afuera, pero no sé ni cómo dar con eso. Voy por la vida creyendo que hay un manual que dice qué hacer o qué decir, o cómo actuar en determinadas situaciones. Pero no es así. Y eso me aterra, porque soy consciente de que sólo iré dando tumbos, totalmente extraviada en este mundo, intentando agarrarle el ritmo.

Seguiré sumida en el círculo vicioso de no poder dormir y de no querer cambiar. No quiero mirarme al espejo y ver estupefacta cuánto tiempo dejé pasar sin hacer nada de provecho. Soy un estorbo que se limita a fantasear con dejar una buena impresión en las personas, pero que no hace algo real.

Si fracaso en esta última oportunidad que me doy, prefiero darle fin. Puede que me echen en falta, pero las personas se acostumbran con el tiempo a la ausencia. Mi muerte sólo sería un hueco en la rutina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario