Creo que voy poniéndole demasiadas condiciones a la vida, o vivo sumergida en sueños absurdos o soy exigente con la vida y conmigo misma. O simplemente me convenzo de ello para ocultar y olvidarme de la verdad.
No importa cuántos objetivos me fije o cuan dura y estricta pretenda ser, siempre dejo todo a medias o muy mal hecho y al final sólo me siento insatisfecha, no necesariamente porque crea que no fue perfecto lo que sea que haya realizado, sino porque simplemente no amo lo que hago, no amo lo que soy. Soy una mediocre. Esa es la verdad que intenté insulsamente esconder bajo una apariencia de disciplina y exigencia. Todo es falsedad en mí.
No me siento digna de merecer elogios ni consejos, no los merezco porque siento que van dirigidos a algo que no soy yo, sino a lo que pretendo ser, lo que finjo, además porque percibo la obligación de corresponder con una sonrisa que es falsa, que no me nace. Por otro lado, tampoco me gustan las críticas, me duelen como una estocada porque exponen ante todos mi mediocridad. Siento que dejan al descubierto lo poco provechoso de mi existencia. Es por eso que no estoy hecha para la realidad. El mundo es así y hay que saber sobrellevarlo. Sin embargo me siento superada por todo, soy incapaz de encarar las duras circunstancias inherentes a la vida.
Lo que para otros es sencillo, normal, cotidiano y fácil de solucionar para mí es como un muro impenetrable. Me voy quedando atrás mientras veo cómo todos avanzan, si no es por el mismo camino hallan otro, pero siguen adelante y yo sólo permanezco mirando alrededor consciente de que me quedo sola; es como estar en un mar en el que voy dando manotazos al agua sin ir a ninguna dirección. ¿Qué puedo hacer entonces? No lo sé.
En realidad no hay nada concreto que quiera hacer, algo por lo que me sienta auténtica porque me guste de verdad hacerlo. Intento pensar en lo que más me interesa, lo que me agradaría desempeñar, algo por lo que valga la pena estar aquí, pero...no hay nada...además ya es tarde para mí.
Me pienso demasiado las cosas. No soy espontánea. Ya estoy harta de postergarlo todo y me embarga la decepción y me consume el cansancio...y el miedo. Ese terror de no poder encajar, de ir desorientada, intentando alcanzar a todos, como una niña pequeña intentando atrapar un globo que el viento se lleva y por más que corre nunca logra alcanzarlo. Siempre estaré rezagada o bien, estorbando a todo aquel con quien me tope. No quiero prolongar más esa terrible sensación de estorbar.
Creo que es una ley de la vida, me he supeditado a ello porque es lo que veo: sólo triunfan los que tienen el temple para hacer frente a lo más duro. Yo carezco de todas las cualidades para eso. De modo que si no tengo nada que aportar prefiero la muerte antes que la mediocridad.
Lo que para otros es sencillo, normal, cotidiano y fácil de solucionar para mí es como un muro impenetrable. Me voy quedando atrás mientras veo cómo todos avanzan, si no es por el mismo camino hallan otro, pero siguen adelante y yo sólo permanezco mirando alrededor consciente de que me quedo sola; es como estar en un mar en el que voy dando manotazos al agua sin ir a ninguna dirección. ¿Qué puedo hacer entonces? No lo sé.
En realidad no hay nada concreto que quiera hacer, algo por lo que me sienta auténtica porque me guste de verdad hacerlo. Intento pensar en lo que más me interesa, lo que me agradaría desempeñar, algo por lo que valga la pena estar aquí, pero...no hay nada...además ya es tarde para mí.
Me pienso demasiado las cosas. No soy espontánea. Ya estoy harta de postergarlo todo y me embarga la decepción y me consume el cansancio...y el miedo. Ese terror de no poder encajar, de ir desorientada, intentando alcanzar a todos, como una niña pequeña intentando atrapar un globo que el viento se lleva y por más que corre nunca logra alcanzarlo. Siempre estaré rezagada o bien, estorbando a todo aquel con quien me tope. No quiero prolongar más esa terrible sensación de estorbar.
Creo que es una ley de la vida, me he supeditado a ello porque es lo que veo: sólo triunfan los que tienen el temple para hacer frente a lo más duro. Yo carezco de todas las cualidades para eso. De modo que si no tengo nada que aportar prefiero la muerte antes que la mediocridad.
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